Que tu vida discurra tan apaciblemente como un río.
Que tu despertar al día sea con alegría.
Que la espera de lo que buscas y deseas sea gozosa, llevadera... gratificante.

Gracias por visitar el blog. Un abrazo.

María José.

¡PRECIOSA MISIVA!; escrita por Andrés Aberasturi

A: Álvaro del Bosque.
Por: Andrés Aberasturi

No ha sido Iniesta con su gol, ni Iker con su beso, ni tantos otros -todos- los que a lo largo de un mes han logrado arrancarme una sola lágrima; es verdad que me han acelerado el pulso, me han cabreado, me han hecho feliz, han logrado que chillara, que me quedara mudo. Todo menos llorar. Hasta que llegaste tú, Álvaro del Bosque, y dijiste a no sé qué cadena de televisión que te sentías orgulloso de tu padre, que siempre le querías ayudar y que tu corazón estaba con él. Fueron apenas unos segundos frente a la pantalla, los suficientes para que un lagrimón, gordo y dulce como melocotón, cruzara la barrera de mis ojos cansados de haber visto la tierra que no cambia. Y lo has conseguido; ya ves, Álvaro, lo que no han conseguido ellos sobre el césped durante no sé cuántos partidos, me lo has dado tú en apenas unos segundos. Ya te imaginarás que no lloré de pena sino de emoción, de solidaridad, de entendimiento de muchas cosas. Puedes estar contento porque lo que dijiste a la tele, lo has conseguido plenamente: a tu padre se le entiende a través de ti, se le nota a la legua que tu ayuda ha sido indispensable para ser la persona que es y que junto a su corazón, late el tuyo porque los corazones no sabe de síndromes ni cromosomas.
Te escribo esta carta cuando aún no han empezado los líos de las celebraciones oficiales y por eso no sé si tu padre, el hombre al que sin duda tú enseñaste a ser tranquilo y a relativizar el dolor del fracaso y el fulgor del éxito, cumplirá la promesa que te hizo de subirte al autobús de los héroes. Si al final no ocurre, no te enfades demasiado. Vicente es así y hasta es posible que le de vergüenza pedir para alguien suyo un trato de favor; escondido, casi parapetado tras ese bigote tan poco galáctico, tu padre es la personificación del hombre bueno, del viejo jugador que lo consiguió todo, del entrenador magnifico pero que no daba bien en las fotos, del seleccionador que ha unido a un equipo y a un país, de la persona que cada día te llevaba al colegio de integración y firmaba paciente los autógrafos que tú habías prometido a tus compañeros de clase.
Y eso es todo Álvaro; dentro de una semana, nadie hablará ya del Mundial, la resaca del triunfo habrá pasado y a tu padre -imagino, que en este país nunca se sabe- le renovarán en su cargo. Cada uno volverá a su lucha y el calor de este verano , excesivo, hará que todos busquemos la sombra acogedora. No siento envidia de tu padre, porque los dos sabemos que el triunfo es efímero y porque yo -como él- también tengo otro corazón, que siempre está a mi lado.

Andrés Aberasturi

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