Llueve.
Llueve por todo.
Llueve sobre el bosque.
LLueve sobre la arena de la playa.
Hasta por mis ojos llueve.
Y nadie se para.
Nadie cruza la mirada
mientras la lluvia cae por nuestras espaldas.
La ternura se desplaza.
Busca refugio
que la ampare del frío horizonte,
que contemplo;
y que, como un puñal, desgarra. .
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